Investigadores forenses se cuestionan cómo se interpreta la ascendencia geográfica de los restos humanos.

Elizabeth DiGangi de la Universidad de Binghamton y Jonathan Bethard de la Universidad del Sur de Florida publicaron una carta en The Journal of Forensic Science que cuestionaba la práctica de estimar la ascendencia o el origen geográfico de una persona como un indicador para estimar la raza. La ascendencia, junto con la altura, la edad y el sexo asignado, es uno de los detalles clave que muchos antropólogos forenses intentan determinar. Instaban a todos los antropólogos forenses a abolir la práctica de la estimación de la ascendencia, y reemplazarla con algo que incluya más matices.

La determinación de la raza ha sido parte de la antropología forense desde hace un siglo. Los primeros académicos fueron hombres blancos que estudiaron cráneos humanos para argumentar convicciones racistas. Ales Hrdlicka, un antropólogo físico que se unió al Instituto Smithsoniano en 1903, buscaba clasificar a los humanos en diferentes razas basándose en ciertas apariencias y rasgos. Ayudó a las fuerzas del orden público a identificar restos humanos, lo que sentó las bases para generar un perfil sobre 4 pilares: edad de fallecimiento, sexo, altura y raza.
En la década de 1990, la comunidad científica estaba dividida sobre de la noción de que la especie humana se divide en razas distintas. En 1992, Norman Sauer, un antropólogo de la Universidad de Míchigan, sugirió eliminar el término “raza”, el cual consideraba tendencioso, y remplazarlo por “ascendencia”. El término se volvió universal, pero algunos investigadores sostienen que poco cambió en la práctica.

Hace una década atrás, cuando Shanna Williams, antropóloga forense de la Universidad de Carolina del Sur, estaba haciendo un posgrado, todavía era costumbre clasificar a los esqueletos en una de las tres grandes poblaciones posibles: africana, asiática o europea.

Williams comenzó a sospechar de la manera en que se asignaba la ascendencia. Vió cráneos designados como “hispanos”, un término que se refiere a un grupo lingüístico y que no tiene significado biológico. Consideró cómo intentarían clasificar su propio cráneo. “Mi madre es blanca y mi padre es negro”, dijo. “¿Encajo en ese molde? ¿Soy perfectamente una cosa o la otra?”.


Un esqueleto puede proporcionar la edad o la estatura de una persona. Pero la pregunta de la ascendencia está reservada para el cráneo, a las características de los huesos de la cara y el cráneo, conocidas como rasgos morfoscópicos, que varían entre los diferentes grupos de humanos y pueden ocurrir con mayor frecuencia en ciertas poblaciones.


Una de las características, la depresión posbregmática, es una pequeña hendidura ubicada en la parte superior de la cabeza de algunas personas. Por mucho tiempo, se asumía que si el cráneo tenía una hendidura, la persona podría ser negra. En 2003, Joe Hefner, un antropólogo forense de la Universidad de Michigan, examinó más de 700 cráneos para su tesis de maestría. Encontró que la depresión posbregmática estaba presente en solo el 40% de las personas con ascendencia africana, y en realidad es más común en muchas otras poblaciones. Pero no se sabe mucho más sobre la depresión posbregmática. “No se sabe por qué existe esa característica, su causa, y qué significa”, dijo Bethard.


Mientras que la ascendencia busca rastrear un continente de origen, la afinidad poblacional pretende alinear a alguien con una población, por ejemplo, “panameña”. Este marco analiza cómo la historia de un lugar o una comunidad puede generar diferencias significativas entre poblaciones que tienen similitudes geográficas.


Un artículo de Ross y Williams, examina a Panamá y Colombia como caso de prueba. Una estimación de ascendencia podría sugerir que las personas de ambos países tendrían cráneos con formas similares. Pero la afinidad poblacional reconoce que la trata transatlántica de esclavos y la colonización por parte de España derivó en la conformación de nuevas comunidades en Panamá que cambiaron la composición de la población del país. “Debido a esos eventos históricos las personas de Panamá son muy diferentes a las de Colombia”, dijo Ross, quien es panameña.

Para mediados de octubre, Ross seguía esperando que la Junta de Estándares de la Academia Estadounidense de Ciencias Forenses estableciera una votación para determinar si la estimación de la ascendencia debe remplazarse por la afinidad poblacional. Pero el debate más amplio —sobre cómo cerrar la brecha entre los huesos de una persona y su identidad en la vida real— está lejos de resolverse.


Fuente: Can Skeletons Have a Racial Identity?- The New York Times – Oct 19, 2021